Después de analizar con detalle los argumentos y mejores momentos de la reunión de la ONU en Ginebra el pasado miércoles, puede hablarse de un interlocutor esencial para la buena realización de dicha reunión; el intérprete oficial.
Este tipo de reuniones, ya sean de entes públicos o de grandes corporaciones privadas con distintas lenguas para entablar un diálogo, tiene una trascendencia vital; y si son llevadas a buen puerto es, en parte, gracias a colaboradores como el que comentamos.
El origen del intérprete oficial radica en los juicios llevados a cabo en Núremberg (Alemania), donde se juzgaron los crímenes cometidos por la Alemania nazi en la II Guerra Mundial.
En el caso de la reunión de la ONU, dicho organismo cuenta con el Servicio de Interpretación de la Naciones Unidas, que tiene la labor de llevar a cabo la traducción simultánea de todas las intervenciones de la reunión en 6 idiomas: árabe, chino, inglés, francés, ruso y español.
En los primeros años, el nivel de exigencia no era especialmente alto. Se exigía el conocimiento de las lenguas de trabajo y la habilidad para comunicar oralmente. Así, hasta las década de los setenta, época en la que surgieron diversas asociaciones y escuelas especializadas, en las que los profesores eran interpretes con trabajo activo en el sector de la interpretación, y mostraban las técnicas de interpretación.
Gracias a unas mayores necesidades y mejores profesionales demandando trabajo en el sector, organismos como la propia ONU comenzaron a implantar procesos de selección más complejos, requiriendo a los aspirantes demostrar conocimientos técnicos de la interpretación, más allá del dominio absoluto de la lengua a interpretar. Desde ese momento, los intérpretes oficiales tienen una formación completa y sólida, y se han convertido en una parte fundamental para el entendimiento entre mandatarios de distintos países.