La rebelión del maestro horchatero

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Según cuenta la mitología, en el siglo XIII y en plena reconquista por tierras valencianas, una joven se acercó al rey Jaume I y le dio a probar una exquisita bebida blanca. El monarca, sorprendido por su sabor, le pregunto a la muchacha: “¿Què és això?” (¿Qué es eso?). La jovencita, atónita, respondió con firmeza: “És llet de xufa” (Es leche de chufa). A lo que el noble sentenció: “Aixó no és llet, això és or, xata” (Eso no es leche, esto es oro, guapa”)

De esta forma tan peculiar como fantástica, con ese “…or, xata”, quedó bautizada una de las bebidas más populares y refrescantes del verano. Huelga decir que la lozana no salió a recibir a su majestad con ese simulacro de horchata, que está embotellada y para más cachondeo y burla se denomina “maestro horchatero”. Si así hubiera sido, ni oro para la pócima, ni guapa para la joven atrevida. Seguiríamos bebiendo leche de chufa.

El preparado artesanal de la buena horchata tradicional comienza la noche anterior a su elaboración, ya que las chufas requieren estar a remojo durante unas cuantas horas. Ya en la mañana se quita el agua. Se añade de nueva adicionando una pequeña concentración de hipoclorito sódico para la adecuada desinfección. En media hora se lava bien la chufa eliminando el químico y las impurezas. Se moltura en un molino, se macera, se tamiza, se escurre y se añade azúcar. Se enfría a una temperatura de entre -1 a -4 grados centígrados y tenemos lista esa horchata, que en condiciones normales, puede mantener sus propiedades y sabor durante unos pocos días. Algunos maestros horchateros (los de verdad y no el abuelo de Heidi que ha fichado Chufi para su publicidad televisiva) añaden cacao o canela o limón u otros aditivos naturales para especular con sabores y aromas. Y es que cada maestrillo, tiene su truquillo.

De ahí sale el líquido que sedujo a Jaume I. El que elaboran desde hace siglos los maestros horchateros de verdad. Es pura coincidencia cualquier parecido con algunas leches de chufas que permanecen a temperatura ambiente en estantes de supermercados, con fechas de caducidad que se prolongan por varios meses. En todo caso, habría que preguntarle a los químicos y científicos de estas empresas embotelladoras, y no al pobre maestro horchatero de la televisión, otrora abuelo de Heidi.

Es bien cierto que desde hace muchos años se comercializan y consumimos alimentos adulterados y prefabricados que perdieron cualquier ápice de naturalidad. Eso nadie lo puede negar. Ahora bien, lo que pretende razonar este artículo nada tiene que ver con este proceso que cada vez más gente empieza a revertir, sino más bien, con la información -desinformación- que se le proporciona al consumidor.

Cabría preguntarse primeramente dónde está el límite ante el cual, un alimento alejado de sus propiedades naturales y tradicionales, puede seguir llamándose igual que sus ancestros. Es decir ¿Es correcto que se denomine horchata a secas, a una leche de chufa capaz de aguantar la temperatura ambiente durante 5 meses y que apenas deja poso? Otra cosa sería si existiera la decencia y la ética en las agencias publicitarias, en las transnacionales y en los medios, y a este producto se le pusiera algún apellido, por ejemplo, “Horchata embotellada” u “Horchata con conservantes”. La gente podría distinguir y recibir información veraz.

Sin embargo, desgraciadamente, la tendencia es precisamente la contraria. Engatusar a la clientela con publicidad engañosa. Ya no sólo se esconde el carácter artificial e industrial de ciertas leches de chufa que son atiborradas con productos químicos para que aguanten estoicamente en los supermercados, sino que una se atreve a calificar a su leche de chufa estrella como “Maestro horchatero”. Todo porque lleva un porcentaje más elevado de chufas y porque han contratado al abuelo de Heidi para así darle ese toque rural, romántico y tradicional a su producto. Y según ellos -ojo con la expresión- también porque tiene una “extracción artesana” (:o).

Lamentablemente y aunque parezca mentira, hay gente que se lo cree. Estas orgías horchatotelevisivas calan en muchos consumidores. Los grandes perdedores, obviamente, son los maestros horchateros de verdad. Los miles de artesanos que cada día trabajan duro para que este producto siga enamorando a Jaume I.

Sobre estos asuntos, el verano ha sido muy prolífico. Algunas agencias publicitarias, medios de comunicación y grandes transnacionales han salido del armario. La crisis aprieta y hay que vender a cualquier precio. Aparte de la mentada leche de chufa, la empresa Pascual tuvo la indecencia de promocionar un zumo de naranja que brotaba del propio árbol. Madre mía, esto si es un insulto a la inteligencia, al buen gusto y al fundamento que tanto comenta Karlos Arguiñano.

Es grosero comparar unas naranjas exprimidas con esos simulacros de mejunjes embotellados. Pero lo es más si se tiene en cuenta que alguna que otra marca utiliza las naranjas de peor calidad, que en algunos casos, permanecen amontonadas durante semanas a temperatura ambiente, perdiendo así sus propiedades, sabor natural y llegando algunas a la putrefacción. Toda una aberración informativa y propagandística, que perjudica claramente a cientos de miles de pequeños agricultores, que son los únicos capaces de producir unas naranjas, que una vez exprimidas en casa, proporcionan unos sabores y propiedades inimitables.

Como se ve, todo vale en el mundo de la publicidad. Quién paga a un medio tiene licencia y permiso para confundir a millones de personas. No hay ningún control por parte del estado ni de los propios medios. Repsol, Endesa e Iberdrola son las empresas más ecológicas. Danone reduce el hambre en el mundo. Chufi fabrica horchata artesanal. La Coca Cola no tiene conservantes y es aconsejable durante los viajes largos por carretera. Conducir un Audi o un Mercedes es el mayor placer del mundo. El zumo de Pascual es idéntico al de un puñado de naranjas recién recolectadas. Las empresas de telefonía nos regalan las llamadas. Carrefour vende el duro a seis pesetas. Media Mark nos dice tontos si no compramos en sus centros. Y los bancos, en el fondo, son ONG’s.

La información y la veracidad hace tiempo que se prostituye en los medios. Traslade al plano informativo este hecho y descubrirá esa sacrosanta libertad de expresión de la que presumen los medios en las sociedades liberales. Pagas, luego te expresas.

Por Vicent Boix, aprendiz de maestro horchatero, ex obrero citrícola y autor del  libro “El parque de las hamacas”
http://www.elparquedelashamacas.org

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