El Paraninfo de Zaragoza acoge «Las Sitiadas»

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Se trata de un homenaje a las mujeres de los Sitios de Zaragoza realizada por el artista José Luis Cano (Zaragoza, 1948). Las SitiadasEn plena celebración del Bicentenario de los Sitios, Las Sitiadas se muestra al público reivindicando el papel que tuvieron en aquellos acontecimientos bélicos las mujeres aragonesas.

La exposición permanecerá hasta el 15 de abril.

Tras la presentación de su libro en el mes de octubre, se presenta la exposición en el Paraninfo de Zaragoza, que acoge los 21 dibujos con los que el artista zaragozano, ha dado vida a las heroínas que anduvieron en primera línea, guerreando, abasteciendo, curando, auxiliando y compadeciendo durante los dos Sitios de nuestra ciudad.

Con el predominio de ocres, azules y negros, las figuras desprenden fuerza, dinamismo y una elegancia propia de las mujeres de la época. Siluetas imponentes que dominan el papel y que en algunos casos nos dejan entrever la tristeza y el dolor que asolaban  las calles, las casas y el ambiente.

José Luis Cano

Autobiografía:
«Nací dibujando. A los diez años escribí mi primer cuento de Guillermo Brown. A partir de los doce, redacté e ilustré las reseñas de mis excursiones con los boy-scouts. A los quince, ilustré una biografía apócrifa y clandestina del director del colegio. Dibujaba en el libro de literatura y escribía bocadillos en las reproducciones de la historia del arte.
Desde entonces, he seguido en esa confusión, dibujando en mis libros y escribiendo en mis cuadros.»

Notas Biográficas
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Sin duda alguna José Luis Cano es una de las figuras más destacadas del mundo cultural zaragozano no solo por sus numerosas y diversas actividades si no por el amor y el entusiasmo que pone en cada una de ellas, pinta, escribe, ilustra, diseña y hace una viñeta diaria, pero ante todo es un hombre inteligente y lo mas admirable es que se comporta como tal. José Luis Cano, fue uno de los componentes, junto a Ballo, Blanco, Baqué, Dolader, Fortún, Giralt y Lasala,  del grupo Azuda 40, creado en 1972 y uno de los grupos artísticos más destacados de la segunda mitad del siglo XX en Aragón. También formó parte del  Colectivo Plástico de Zaragoza. Fue crítico de arte en la revista Andalán y colaborador en la prensa diaria (El Día, El Periódico de Aragón, el Heraldo). Sus «tiras» en el Heraldo son verdaderas editoriales, solo comparables con las de «El Roto» en el País.  Entre sus obras cuenta también con importantes murales del Torreón Fortea y Museo Pablo Gargallo, una admirable campaña de carteles taurinos y una colección de una veintena de libros (canicos), editada por Xordica, en la que define en texto e imagen la ‘vida, obra y milagros’ de aragoneses ilustres. Es fácil encontrar exposiciones suyas en cualquier lugar de Aragón a lo largo de todo el año.


Texto de Antón Castro:

José Luis Cano trabaja en una doble dirección: la parte gráfica, que siempre constituye una apuesta por una estética, por unos colores y por la creación de una iconografía  nueva a partir de la existente, y el texto literario, repleto de estudiados anacronismos,  bromas, surrealismo, ironía y, sobre todo, de humor. Dice: “La Condesa, por levantar el ánimo de los resistentes, ahorca un muñeco de Napoleón en el balcón principal de su casa. Los zaragozanos se mueren de risa”. En “Las Sitiadas” hace lo mismo: visualmente opta por un expresionismo intenso, que desdibuja los rostros y acentúa los gestos y las atmósferas, y se inclina por un cromatismo que funde diversos tonos del azul y del ocre dentro una atmósfera próxima a la pintura de historia del siglo XIX.

A partir de ahí empieza a contar esta incesante “batalla de las mujeres”, que se atrevieron a todo: a ser madres en medio de la refriega y a conspirar constantemente (la Condesa de Bureta), a soportar un balazo en el cuello y avanzar como si nada (María Agustín, “la única zaragozana inválida de guerra”), a agitar en la refriega “una bayoneta calada en un palo de escoba” (Casta Álvarez), a ejercer de espía ilustrada de Palafox (Josefa Amar y Borbón) o a comportarse como el mejor artillero (Manuela Sancho, la propia Agustina de Aragón, que “se toma muy a pecho sus galones y su carrera militar”).

También repara Cano en personajes menos conocidos como Josefa Buil, nacida en Barbastro, y Benita Portolés, de Alcañiz, que llevaron vidas paralelas. Escribe Cano: “Benita y Josefa eran de esas amigas que, si una hace una cosa, la otra, también; de esas amigas que, si una se queda viuda en los combates, la otra, también”. Y en Josefa Lostal, de la que no se sabía ni dónde ni cuándo nació, ni de qué murió, aunque sí que regentó una taberna. Otra mujer indómita fue la ejeana Juliana Larena, a la que un día le cayó una granada encima, “la coge y devuelve al enemigo con enorme éxito. Espera que caiga otra y repite la operación con enorme éxito”. El retrato más tierno, y el más largo, es del la Madre Rafols.

Casi todas recibieron una pensión, tras presentar multitud de documentos, y aún así, por lo general, murieron “pobres de solemnidad”.

Texto de José Antonio Armillas (del Prólogo)
El protagonismo de la colectividad femenina que se anunciaba del día 28 de marzo de 1808 de una forma muy expresiva, se potenciaría algunas semanas más tarde ante la tremenda dimensión del reto de supervivencia al que tendrían queenfrentarse cuando el ejército napoleónico, rotas las defensas externas de la urbe, avanzase por las calles zaragozanas. Las mujeres como ente colectivo, las más anónimas, las menos perfectamente identificadas, van a rubricar algunas de las páginas más trágicas y, a la vez, más hermosas, de nuestra historia. Las mujeres de Zaragoza, abandonando el papel de espectadoras de su propio destino a que las condenaba injustamente la sociedad en la que estaban inmersas, aprovecharon inconscientemente la oportunidad que les proporcionaba la tragedia que las convertía de pacientes en agentes, integradas en un  mosaico en el que la divergencia de estratos sociales las unía en la defensa común de los valores que entendían como propios y enajenables: la familia, la religión, la patria.

Son las heroínas ─Sitiadas, las titula José Luis Cano─ que, inmunes al riesgo, al cansancio, las heridas y la enfermedad, anduvieron en primera línea, guerreando, abasteciendo, curando, auxiliando, compadeciendo…; todas ellas van desgranando sus biografías en textos entrañables y con imágenes bellísimamente descriptivas. Una de ellas, la más intelectual, Josefa Amar y Borbón, en el Prólogo a su Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, escribe: “Con razón se ha considerado siempre la educación como el asunto más grave y más importante. De él depende la felicidad pública y privada; porque si se consiguiese ordenar de manera los individuos, que todos fuesen prudentes, instruidos, juiciosos y moderados; si cada familia fuese arreglada, unida y económica, resultaría necesariamente el bien general del Estado; el cual consiste en la congregación más o menos numerosa de individuos y de familias”.

Pero como concluye el autor, fueron muchas más las que dejaron la vida o salvaron o aliviaron las de los demás cuando la muerte señoreaba sus destinos. A todas ellas dedica José Luis Cano ─ “un contador de historias, un poeta visual, un alquimista de los trazos”, lo define Antón Castro─ este libro que en el Bicentenario de los Sitios de Zaragoza ha sido posible por la entusiasta colaboración del Instituto Aragonés de la Mujer y la Fundación “Zaragoza 2008”.

Fuente: www.fundacion2008.com

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